
Las emociones son reacciones automáticas, que nos impulsan a la acción. Pueden producirse por un evento externo, pero también por algo que suceda en nuestro interior.
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La emoción tiene diferentes componentes (Bisquerra, 2009):
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Neurofisiológico: acá encontramos esas respuestas involuntarias que tenemos cuando estamos experimentando las diferentes emociones y que se ven reflejadas en nuestro cuerpo, por ejemplo, taquicardia, sudoración, rubor, etc.
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Comportamental: Este componente, a diferencia del anterior, podemos aprenderlo a ocultar o cambiarlo, se trata de aquello que hacemos, por ejemplo, subir o bajar la voz, cambiar el tono, expresiones faciales o corporales.
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Cognitivo: coincide con lo que llamamos sentimiento. Es una vivencia subjetiva, que permite etiquetar una emoción.
Todos estos componentes podemos intervenirlos desde la educación emocional, usando diferentes técnicas como la relajación, el entrenamiento en habilidades sociales, la restructuración cognitiva, etc. ​
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Dijimos que las emociones nos impulsan a la acción, pero además son automáticas y necesarias para la supervivencia, es por eso que decimos que no hay emociones buenas o malas, simplemente algunas son agradables para nosotros y otras desagradables.
Y entonces, ¿para qué nos sirve cada emoción? Hablemos de algunas emociones que se han llamado tradicionalmente emociones básicas, pero hay que tener en cuenta que existen muchas más que pueden manifestarse de diferentes maneras en cada uno de nosotros.
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Alegría: su función es hacernos sentir que lo que estamos haciendo está bien y podemos continuar con nuestros planes.
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Tristeza: busca que nos recojamos, con el fin de reflexionar sobre algo que no está bien y tener espacio para realizar nuevos planes.
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Ira: es la respuesta a algo que sentimos como injusto, busca que nos defendamos o lo intentemos de nuevo, además que marquemos límites.
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Miedo: muy importante para la supervivencia, ante un peligro real e inminente, nos invita a huir para asegurar la supervivencia. También puede paralizarnos o llevarnos a atacar.
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Asco: nos lleva a rechazar alimentos o sustancias que pueden ser perjudiciales para nuestra salud.
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